La Merced

Esta es una foto de Maya Goded.

Esta fotógrafa saco una serie de fotos de prostitutas que trabajan en la zona conocida como la Merced en la ciudad de México.

Esta zona es básicamente un mercado, tiene alrededor una gran zona comercial. Se puede comprar de todo: alimentos, dulces, artículos decorativos, artículos para la cocina y carne. No sólo carne de animal. Sino carne de humano. Carne de mujeres (o incluso hombres) que ya sea por gusto o en la mayoría de los casos por fuerza mayor se prostituyen.

No pretendo satanizar a las personas que ejercen este oficio. Pues ellas tendrán sus motivaciones para hacerlo. Más bien es reivindicar su valor como personas. Porque a final de cuentas ellas son madres, hijas, esposas, amantes, hermanas, amigas de alguien más y que tienen una vida privada tan valiosa como cualquier otra persona.

Personalmente conozco a varias de ellas. He solicitado sus servicios en numerosas ocasiones. Pero más que por un desahogo sexual o sentir compañía me llamaba la atención saber porque ejercían este oficio. Porque si la sociedad las tiene tan satanizadas seguían con esto.

Naturalmente al tratar de buscar estas respuestas me di cuenta un poco de la problemática que tienen estas personas. Las que llegué a conocer tenían muy baja autoestima y pensaban que sólo de esta manera podrían sobrevivir. Aunque su sobrevivencia se limitara a juntar algunas monedas y billetes para juntar para el hotel que iban a utilizar para pasar esa noche. Juntar un poco de dinero para darle a su padrote. Juntar dinero para poder comer ese día.

He podido conocer a prostitutas de la Merced y de casas de citas principalmente.

El entrar al mundo de la Merced es adentrarse a un mundo lleno de corrupción, delitos, agresiones, dinero, mafias, etc.

La primera vez que fui a buscar a una prostituta a esta zona tenía 17 años, hace más de 10 años. Iba lleno de curiosidad de saber que es lo que iba a encontrar ahí. Todavía era estudiante. Y en una ocasión que no iba a tener clases se podría decir que me fui de pinta a conocer este mundo totalmente alejado de mi realidad, el cual sólo había escuchado en noticieros o de pláticas con otras personas, pero que nunca había visitado.

La única forma que conocía para llegar era el metro. Después de poco más de una hora llegué a esta estación que tiene un característico olor a hierbas y a chile, que sin abrir los ojos, sabes que ya llegaste por este penetrante olor. Salgo del vagón y me dirijo hacia las escaleras sorprendido por el olor tan fuerte que impregnaba toda la estación. Sin saber hacia donde dirijirme salgo por una de las salidas que da al interior del mercado. Me doy cuenta que la estación se encuentra dentro del mercado y que al salir había costales y costales de chiles que daban el característico olor de la estación. Después de deambular un poco por los pasillos del mercado y de darme cuenta de la variedad de productos que ahí se comercializan me dirijo hacia una de las salidas. Estando en la salida puedo ver un anuncio "Hotel Necaxa". Un edificio muy deteriorado con algunas ventanas abiertas pero sin ningún rastro de alguna prostituta. Doy algunas vueltas por los puestos de utensilios de cocina que se encuentran fuera del mercado y me dirijo hacia la que se ve que es una avenida principal.

Después me enteraré que esta avenida se llama Circunvalación. Entre varios puestos de comercianetes ambulantes por fin la veo, ahí está, parada con un pequeño vestido gris, usando medias obscuras, zapatos negros de tacón, cabello corto rizado, demasiado maquillada para mi gusto: la primer prostituta que veo en la Merced. Me acerco hacia ella. Un poco nervioso y ansioso de hablar con ella. Era casi como si se tratara de una celebridad. Tal vez ella fue la protagonista de algún reportaje de televisión, de radio, de periódico. Qué sé yo. Pero sabía que ella era parte importante de todas las historias y anécdotas que se cuentan sobre este lugar. 

Ella me llama a mi: "Oye, ¿no quieres ir al cuarto?". A lo que respondí con otra pregunta "¿Cuánto cobras?".

No recuerdo su respuesta, sólo recuerdo que al ser estudiante no tenía el suficiente dinero como para poder pagarme ese "lujo". Le di las gracias y seguí caminando por la avenida hacia el norte. Al ir caminando me di cuenta de todo lo que se podría encontrar en este lugar. Ya había visto el mercado de alimentos, pero después vi los aparatos electrónicos, el mercado de flores artificiales, el mercado de dulces, infinidad de puestos ambulantes que vendían ropa, dulces, comida, etc. Y obviamente en toda la avenida como si se tratara de una pasarela interminable, decenas y decenas de mujeres que ofrecían sus servicios.

Había secciones de la avenida que tenían demasiados ambulantes como para que dieran espacio a que ellas pudieran ejercer su trabajo. Aunque en algunas calles se aglomeraban y se podían ver  veinte o más. Al pasar a un lado de ellas, sólo escuchaba "Pssst, ven", "Vamos al cuarto", "¿Te quieres divertir?". Generalmente las que decían esto eran las más jóvenes, las que tenían más vitalidad. Ya que uno puede encontrar desde las adolescentes con un maquillaje excesivo para aparentar más edad, hasta mujeres ya maduras de más de 50 ó 60 años, que simplemente esperan sentadas o recargadas en alguna jardinera a que algún cliente le solicite sus servicios.

Seguí caminando, en ocasiones me detenía con alguna para preguntar cuánto cobraban. Prácticamente todas cobraban lo mismo, unas un poco más que otras. Pero el estándar se mantenía. Tal vez un acuerdo tácito de no cobrar de más o de menos. Sólo se podía encontrar diferencias en el precio cuando se trataba de alguien joven que siempre quería cobrar más por sus servicios.

Seguí caminando hasta que llegué a la estación Candelaria, que se encuentra prácticamente escondida entre calles y callejones donde abunda el comercio ambulante y sexual. Me metí al metro rumbo a mi casa. Estaba sorprendido por todo lo que había visto. Por todas las mujeres que había visto. De muchas apariencias posibles: delgadas, obesas, jóvenes, maduras, blancas con ojos verdes, morenas, negras. No sabía nada de ellas, sólo que estaban paradas en la calle esperando a que algún cliente llegara para irse unos cuantos minutos al cuarto de un hotel para regresar de nuevo a su lugar en la calle y esperar otro cliente. Tal vez repetirían esto muchas veces en un buen día o incluso ninguna y se irían al final de la jornada con las manos vacías.

Esperé algunas semanas para regresar de nuevo a la Merced. Mientras tanto ahorré algún dinero. La próxima vez que fuera no sólo quería intercambiar un par de palabras en la banqueta. Quería compartir más tiempo con alguna de ellas.

De acuerdo a lo que había aprendido en mi visita previa junté el dinero necesario para poder pagar a una de estas mujeres. La siguiente vez que fui fue un sábado en la tarde. De esta manera iba a tener más tiempo de poder buscar a la indicada. El trayecto fue el mismo, el olor cuando llegué a la estación fue igual de penetrante. Cuando fui al lugar donde había visto a la primera de ellas algunas semanas atrás no había nadie, sólo vendedores ambulantes. Seguí mi camino en la misma dirección y observaba para encontrar con quién iba a compartir algunos minutos. A varias preguntaba el costo de sus servicios. La mayoría contestaban de mala gana. Tal vez cansadas de que todo mundo preguntara lo mismo sin que lograran cerrar un trato. A una que no me había parecido tan mal regresé para cerrar el trato.

-Entonces ¿cuánto?

-Ya te dije.

-¿Y dónde es?

-Ahí en la esquina. ¿Sí te vas a animar?

-Bueno, vamos.

-Ok, vete adelantando yo te sigo.

Me dirijo hacia un hotel blanco a una cuadra de Av. Circunvalación que anunciaba en la puerta TV a color. Al cruzar la calle me doy cuenta que esta mujer ya estaba detrás de mi. Se me empareja hasta que entramos los dos juntos al hotel. Cortesmente le abro la puerta para que pasara ella primero. Llegamos a la caja y saluda al encargado con mucha familiaridad. El encargado le pregunta cómo le estaba yendo en el día. A lo cual ella responde que estaba medio flojo el día. Me pide que pague el cuarto. Le entrego el dinero al encargado que tiene acento español. Me entrega mi cambio y la llave del cuarto. La mujer me pregunta que si no tengo una moneda. A lo cual respondo que lo único que traigo es el cambio que me entregó el encargado. Me dice que no importa. Se dirije hacia las escaleras. El interior del hotel es como un gran patio con muchas puertas alrededor. Algunas de ellas cerradas. Se ve también dos muchachas de limpieza que están saliendo de distintos cuartos. Lo que pienso es que al menos vine a dar a un lugar que les interesa un poco la limpieza. El olor en general es a desinfectante de pisos. Sigo a la mujer al primer piso y nos dirijimos al fondo del pasillo. Me indica que hemos llegado a la habitación. Es un pequeño cuarto iluminado con una lámpara blanca, paredes blancas, con una cama matrimonial, una silla, un perchero, un baño con regadera, una televisión (como rezaba el anuncio en la puerta), y una ventana que da a la calle. La ventana se encontraba abierta y al cerrarla me di cuenta que nos encontrábamos en una calle poco transitada con algunas mujeres paradas en la esquina. Cierro la ventana y las cortinas. Ella ya se encontraba sentada en la cama. Al voltearme me pide que prenda la televisión. La enciendo y le pregunto que canal quiere ver. No sabe me pide que cambie los canales para ver que hay. Comienzo a cambiar los canales y me doy cuenta que la oferta es limitada. Sólo los canales abiertos de televisión nacional y un canal donde pasan películas pornográficas. Le vuelvo a preguntar qué es lo que quiere ver. Y me responde que un canal donde estaban pasando una película mexicana.

Me siento a un lado de ella, mientras observaba cómo se quitaba los zapatos. Decía que estaba cansada de traer los tacones todo el día. Me ofrezco a quitárselos. A la vez que intento desabrochar la cinta que tiene en el tobillo le acaricio la pantorrilla y el muslo. El broche no cede tan fácilmente hasta que por fin logro quitarle los dos zapatos. Desde un inicio sólo la traté como lo que era para mi, una mujer con la que iba a tener relaciones sexuales. Y como en mi entender no tiene que ser algo desagradable para las dos personas traté de cortejarla o de hacerla sentir como si se tratara de un encuentro casual y no un mutuo acuerdo por el que se intercambia dinero por sexo. Le sigo acariciando las piernas hasta llegar a su vientre. Ella se hace un poco hacia atrás pidiéndome que le pagara. Le doy el dinero que había quedado como cambio por el pago del cuarto. Ella lo toma y lo guarda en su bolsa. Al guardarlo busca algo. Me dice que la moneda que me había pedido abajo era para comprar un preservativo. Le digo que no se preocupe que yo traía. Y se lo muestro. Lo pongo sobre la cama y continuo con mis caricias hasta llegar a su busto. Le pido que se abra la blusa. A lo cual ella se niega, diciéndome que si quería algo más tenía que pagar. No sabía que contestar. Sólo le recordé el acuerdo que tuvimos en la calle. Ella me dice que lo recuerda muy bien pero que eso sólo incluye una relación con una pose y ya. Si quería que se desnudara o que hiciera alguna otra cosa le tendría que pagar algo más. No pude pagar nada más porque no traía más dinero. Sólo el dinero suficiente para regresar a mi casa. Ella me dice que con mucha pena no podía hacer nada por mi, que así eran las reglas y que nos teníamos que apurar porque el cuarto sólo lo podíamos ocupar por algunos minutos. Ella me pidió que me desnudara. Cuando empecé a hacerlo ella hizo lo propio. Aunque sólamente se levantó la falda, bajó las pantimedias que traía puestas. Sólo enrollo una pierna de la pantimedia y la atoró en la otra pierna junto con su ropa interior. Dejó ver una vagina que tenía abundante vello. Me pidió que me apurara una vez más. Me di cuenta que no iba a ser posible mantener una gran conversación con ella. Sólo nos encontrábamos ahí para que tuviéramos una relación rápida y ya. Sin palabras, sin involucramiento. Sólo íbamos a estar el tiempo necesario para que eyaculara y ya.

Un poco desmotivado por la situación no consigo tener una erección por lo que ella tomó mi miembro para que me excitara y pudiera tener la erección. Una vez que la conseguí me puse el condón. "Vamos papito, apúrate!" Me recosté sobre ella para penetrarla. Ella toma  mi pene y lo dirije hacia su vagina. Una vez que se aseguró que estaba dentro me dice que me mueva. Empiezo con el vaiven natural. A lo cual ella empieza a responder con algunos gemidos un tanto fingidos. Sigo moviéndome mientras ella sólo permanece tumbada con las piernas abiertas viendo la película de la televisión. Intento preguntarle algo sobre ella, a lo que ella sólo responde que después que termináramos podíamos platicar. Ella sigue observando la TV y yo observándola a ella. Después de unos cuantos minutos me dice que le caí bien y que me iba a regalar otra posición. Me pide que me levante y que me recueste, que ahora ella se iba a poner arriba. Una vez que estaba sobre la cama ella se acomodó y de nuevo introdujo mi pene en su vagina. Comenzó a moverse de arriba a abajo. Esta vez ella llevaba el ritmo, y se notaba que lo quería hacer lo más pronto posible para terminar rápido. De nuevo acaricié sus piernas, su vientre y su busto. Pude sacarle un seno y acariciar un pezón. Esto sólo duró unos cuantos segundos porque se recostó sobre mi, impidiendo que la pudiera tocar, y de nuevo me recordó que por eso se cobraba más y que ya me estaba regalando otra posición. Se apresuró todavía más hasta lograr que eyaculara.

En cuanto sintió que terminé se levantó rápidamente. Observó que no se hubiera roto el condón y después me ofreció papel higiénico para poder quitármelo y limpiarme. Ella se metió al baño a orinar. Y me pidió que me fuera vistiendo. Mientras ella estaba en el baño, me quité el condón lo envolví en el papel que me dió y lo tiré en el bote de basura. Después empecé a vestirme. Cuando ella salió también se encontraba prácticamente vestida, sólo le faltaban sus zapatos. Cuando le repetí mis preguntas para saber más de ella, sólo me contestó cómo se llamaba, obviamente un seudónimo y los días en que la podía encontrar. Pero nada más. Todo aquello que tenía dudas sobre su origen o las razones por las que se encontraba ahí no fueron resueltas.

Al estar vestidos los dos me encaminé hacia la puerta y le pregunté si no venía, a lo cual ella me dijo que no pues se iba a quedar más tiempo. Que tal vez iba a pasar la noche ahí. Entonces fue cuando le pregunté que no entendía por que la prisa. Y me contestó que no podía estar más de 20 minutos con clientes en las habitaciones. Además ella quería descansar y quería estar sola. Y me recomendó que ya me fuera porque ya estaba oscureciendo y que esa zona siempre era peligrosa y más de noche. Esto no supe si interpretarlo como una recomendación o más bien como una advertencia que si no la dejaba sola podría llegar a pasarme algo. Me despedí de ella desde la puerta y nunca más la volví a ver.

Caminé rápidamente hacia el metro donde sentía un poco más de seguridad que estando caminando por las calles de la Merced. A final de cuentas si hay prostitución en esa zona, esa es solo la punta del iceberg sobre todos los problemas sociales que se acumulan aquí.

Mi experiencia a final de cuentas fue un poco mezcla de aventura con frustración. Aventura en el sentido que estaba haciendo algo completamente desconocido en una zona peligrosa de la ciudad, que mis habilidades de negociación lograran un buen trato aparentemente, obtuve una relación sexual aunque tuve que pagar por ella. Aunque lo que me desanimó fue darme cuenta que estas mujeres en realidad no buscan placer, sólo es una manera más de ganarse la vida. Y aunque paradas en la calle puedan ofrecer buenos servicios a final de cuentas son como un profesional (médico, abogado, contador) que te va a ofrecer sus servicios a cambio de una recompensa económica y que no le interesa establecer algún lazo afectivo, ni si quiera de amistad o de simple curiosidad de saber con qué persona están teniendo relaciones.

Esta fue mi primer experiencia con una prostituta, hay más, muchas más, pero esas las escribiré más adelante.